Frances es una película estadounidense de 1982, dirigida por Graeme Clifford y basada en la vida de la actriz de teatro y cine Frances Farmer (1913-1970). El guión de la película está basado en Shadowland de William Arnold, una biografía ficticia sobre Frances publicada en 1979. Más allá del grado de realismo o ficción de la película, nos vamos a centrar en aquellas escenas que tienen mucho que decir sobre cómo se ha utilizado la “locura”, y las instituciones psiquiátricas, para regular las formas de “ser mujer”, particularmente castigando aquellos comportamientos o actitudes que se salen de las normas aceptables de género. A lo largo de su vida, si nos basamos en la película, Frances transgredió unas cuantas. Comenzando por ese pequeño ensayo “God dies” que, ya en sus años de adolescencia, apuntaba a una chica brillante, reflexiva y con opinión crítica propia. Su Seattle natal no pareció perdonarle que ganara un premio desde su ateísmo crítico y que además osara irse, años más tarde, a la Unión Soviética. En la época de la Depresión, en EE. UU. las etiquetas de “atea” y “comunista” implicaban un rechazo importante. De regreso de su viaje, aprovecha la vuelta en Nueva York para intentar una carrera como actriz de teatro. Es descubierta por los magnates del cine, y a los 22 años, Frances se muda a Hollywood con un contrato de la Paramount de siete años. Con altibajos en su carrera, compaginó a partir de ese momento cine y teatro. En muchas de sus biografías, se describe a Frances Farmer como una mujer con un carácter “orgulloso y obstinado”. Desde una mirada feminista, resulta tentador pensar cómo habría sido la vida de Frances si hubiera sido un hombre, y con qué adjetivos se la habría descrito. Ya en sus pinitos como actriz, se le aconseja “que mejor esté calladita”, y su “cazatalentos” hollywoodiense le advierte: “Me preocupa tu actitud”. En la película, la voz en off de Harry, su compañero, ya nos dice que “Frances no encajaba en el molde que la industria cinematográfica ideaba”. Y ella repite varias veces: “No tengo lo que quieren”. Pronto sabemos que ese “molde” o lo “que quieren” es una rubia bonita, con buenas piernas y buenas tetas, y que se mantenga callada. La “actitud” de Frances es querer que se le juzgue por cómo actúa, poder participar más en el proceso y poder opinar (por ejemplo, sobre la falta de profundidad de sus personajes). Con la distancia del #MeToo, no resulta descabellado, que también su actitud implicara no dejarse acosar. Lo que se describe como orgullo y obstinación, puede ser interpretado también como determinación, no dejarse pisar los derechos, denunciar de forma abierta las hipocresías, libertad e independencia, no agachar la cabeza ante el abuso de poder, etc. Pero esa actitud en una mujer es castigada de forma diferente, ya no digamos si es una actriz acosada por la conservadora y cruel prensa (Clara Bow ya lo experimentó). Frances transgrede muchas normas sociales, pero sobre todo, la del “respeto a la autoridad”. Responde de forma agresiva ante lo que percibe como una violencia por parte de cualquier autoridad: ya sea un policía, un juez o un psiquiatra. La agresividad en Frances no es interpretada ni tiene las mismas consecuencias que la agresividad, por ejemplo, de su marido, que en un ataque de celos le pega. No solo eso, cuando implica saltarse la ley, por conducir borracha o luego por agredir a una peluquera del estudio, en una situación de estrés, acoso periodístico, alcohol, etc., su conducta es interpretada como “locura” (esa “rubia loca”) y no como agresividad o delito. Una misma conducta agresiva, en ellas se interpreta como “histeria”, “locura”; en ellos, como “maldad” o delito. Las “locas y malos” que describe Jane Ussher. Ello lleva a que el juez finalmente la ponga bajo la tutela de su madre, a petición de su abogada, y que finalmente Frances no termine en la cárcel sino en un psiquiátrico. Tampoco “el consumo de alcohol” se interpreta igual en ellos que en ellas. Ante la misma conducta de consumo, en ellos es interpretado como un “problema de abuso de alcohol”, en ellas como un problema mental (de depresión, etc.). Hollywood, los periodistas que la avasallan (bajo la dirección de los jeques del cine), la propia sociedad y su madre, todos, terminan psiquiatrizando la “actitud” de Frances, que se resiste a pasar por el haro de la obediencia y los mandatos de género. Hasta tal punto que la incapacitan, y la dejan bajo la tutela legal de una madre que proyecta en ella todo lo que quiso ser, incapaz de escuchar o respetar los deseos de Frances: “El juez te ha dejado a mi cargo”, “Ya no tienes derechos”, “Ahora tienes que estar calladita”.
Madre: Bueno... Hasta muy pronto, sé buena
Frances: Mamá
Madre: Dime
Frances: Llévame a casa ahora
Madre: Todo irá bien, el médico sabe lo que hace
………..
Dr. Symington: Estas primeras entrevistas son más fáciles sin parientes preocupados
Frances: ¿Debería agradecérselo?
Dr. Symington: No es necesario...
Frances: (irónica) No es nada señora...
Dr. Symington: Me alegra ver que mantiene el sentido del humor
Frances: Pues he intentado lo contrario
Dr. Symington: ¿Podemos ponernos serios?
Frances: Doctor, si acabamos de conocernos...
Dr. Symington: (ríe) Es como si la conociera, seguí su carrera. Usted es... es un caso fascinante. Estoy deseando ayudarla
Frances: No me diga
Dr. Symington: Es común la excentricidad en artistas que viven bajo estrés. Y eso seguramente no es motivo para avergonzarse. Es que la ansiedad...
Dr. Frances: (interrumpe) Doctor... No espere que me crea que me comprende mejor que yo
Dr. Symington: ¿Puede sentarse?
Dr. Frances: Discútame con quien quiera, doctor. Menos conmigo, no me interesa. Puedo solucionar mi problema sin un veterinario. Además no quiero ser lo que quiere que sea: aburrida, corriente, normal
Dr. Symington: Muy bien. ¿Puede sentarse por favor?
Frances: (irónica) Symington ordena
Dr. Symington: ¿Que ha dicho?
Frances: Es una broma, todo esto es una broma
Dr. Symington: Tranquila, verá que eso es imposible
Frances: No me siento mientras usted diseca mi personalidad. Escúcheme, todo lo que deseo es un poco de paz y tranquilidad. No tengo que hablar con nadie sobre mi maldita ansiedad
Dr. Symington: ¿Sufre de eso? La llevarán a su habitación
Frances: Muy bien, perfecto. Muy profesional y controlado. Pero esas... esas gotitas de sudor muestran lo contrario….
Dr. Symington: Ahora tiene que descansar, la enfermera está esperando fuera. Buenos días
Dr. Symington: ¿Algo más?
Frances: No dijo "Symington ordena"
Dr. Symington: Symington ordena
Con todas las violencias y torturas por las que pasa Frances en el psiquiátrico, resulta bastante sarcástico que sea ella la que tenga “que ser buena” (como le pide su madre y todos). El castigo por no ser “buena mujer”, por no obedecer las órdenes del Doctor Symington, son tratamientos con insulina, hidroterapia, electroshock, una lobotomía y repetidas violaciones con la connivencia del centro. “Están intentando meterme cosas en la cabeza; están intentando volverme loca”. La escena en la que la inmovilizan a la fuerza entre enfermeras y doctores, atada en una camilla, recuerda a esas escenas de alimento forzado en las que los psiquiatras obligaban a comer a las sufragistas en huelga de hambre en la cárcel (Showalter). Tecnologías psiquiátricas de corrección feminista (con un siglo de diferencia).
En los años 70, varias psicólogas y psiquiatras feministas presionaron para que la APA prohibiera, mediante su código ético, las relaciones sexuales entre terapeuta-paciente. Y ello, en una época donde hasta los “críticos” antipsiquiatras (como Cooper) alababan los poderes sanadores de la “terapia de cama”, ajenos a las relaciones de poder entre los sexos. Pero lo que no abordaron con la suficiente contundencia, fueron las violaciones en las instituciones psiquiátricas, en mujeres en una situación de vulnerabilidad mucho mayor y a las que difícilmente se las iba a creer. Probablemente la clase social tiene que ver con este olvido. Con tanta violencia, Frances termina comprendiendo que solo actuando (a lo Augustine) saldrá del psiquiátrico. Sonrisa y obediencia. Pero no será suficiente. De vuelta a casa, ya fuera de la pesadilla del encierro, su madre interpreta el deseo de Frances de salir de Hollywood, en contra de lo que quiere ella, como síntoma de su enfermedad: “Quieres destrozar mi esencia y transformarme en ti”. Y la vuelve a internar. La “performance” de Fraces no ha sido suficiente; tiene que sentir lo que la sociedad le demanda, solo así la actuación tendrá éxito. La película Frances (y probablemente la vida real de Frances Farmer) representa la patologización de la “mujer difícil” y las violencias para reconducirla: “Esto muestra cómo una actitud antisocial puede curarse con éxito”.