"Para ilustrar algunas cosas que hemos explicado, he traído a una jovencita. En cierto modo, es una historia corriente: vida agradable, casa cómoda, infancia feliz, sin ningún síntoma de inestabilidad psíquica hasta llegar a los 20. Desde entonces, ha tenido varios trabajos. En las observaciones de su historial clínico se incluye un bloqueo mental, autismo, apatía emocional, y obediencia automática. Que nosotros sepamos no hay ninguna conexión entre los síntomas y el entorno en el que ha vivido".
Family Life es una película británica que Ken Loach dirigió en 1971. Es un remake de un capítulo de una serie de la BBC llamada Wednesday Play con el título "In two minds". El guionista, tanto de la película como del capítulo, fue David Mercer, dramaturgo inglés que dedicó varios de sus guiones a retratar experiencias de locura y su relación con las instituciones psiquiátricas.
A su vez, la película está basada en el libro de Roland Laing Cordura, locura y familia. Familia de esquizofrénicos. Laing fue una de las figuras más representativas del movimiento antipsiquiátrico de mediados del siglo XX. Frente a la idea de que la locura tiene una base orgánica, sostenía que el contexto familiar es un importante potencial patógeno, en tanto que reproduce muchas de las dinámicas de alienación social. En la película se representan escenas de "doble vínculo" y "comunicación paradójica" que reflejan las influencias de la Escuela de Palo Alto y del enfoque sistémico de Gregory Bateson en las teorías de Laing.
La protagonista de Family Life es Janice, una chica joven que tras quedarse embarazada es obligada a renunciar a su deseo de ser madre y posteriormente encerrada en un hospital psiquiátrico, sobremedicada e intervenida a través de electroshocks. En un primer momento su padres deciden internarla en la comunidad terapéutica del personaje que representa a Laing, y al ser éste despedido, Janice es derivada a la intervención psiquiátrica tradicional.
Como se muestra en la película, la antipsiquiatría de Laing situaba los procesos de malestar dentro de un contexto social-familiar, que les daba sentido y los validaba. A su vez, situaba la "enfermedad mental" como un constructo político de control social. No obstante, el potencial feminista que ello podría tener fue desperdiciado; probablemente porque, como en la psiquiatría tradicional, no dejaba de estar dominada por hombres -y por psiquiatras- con escasa o nula perspectiva de género en la interpretación de las biografías de las mujeres. Tanto el antipsiquiatra de la primera parte de la película, como el psiquiatra tradicional de la segunda, comparten una mirada y un modelo neutro-masculino aplicado a "casos de mujeres". A pesar de esta ceguera de género, Family Life permite una lectura feminista que conecta la opresión objetiva de las mujeres y sus condiciones de vida con su sufrimiento psíquico.
Como analizaron Phyllis Chesler (en Mujeres y locura), Jane Ussher (en The women's madness) y Elaine Showalter (en The female malady), Laing no supo apreciar que sus historias de "familias esquizofrénicas" no eran atípicas, sino que eran "más de lo mismo". En su forma extrema repetían un patrón de género presente en la mayor parte de las familias: hijas reprimidas intelectual y sexualmente, padres autoritarios, división profunda entre madre e hija (que les hacía preferir al marido/padre a pesar de su tiranía), un obsesivo control materno hacia la hija, junto con falta de afecto, y un sacrificio de ambas por la estabilidad familiar.
Además, el argumento de situar la locura en el sistema familiar, no en la persona, irremediablemente dirigía el foco hacia la madre, dejando en segundo plano el papel del padre. Esto queda reflejado en la película, que sitúa a la madre como el principal agente patógeno del sufrimiento de la protagonista. Lo que no trata la película es la influencia de los procesos sociales más amplios sobre los conflictos internos de las mujeres, especialmente el contexto social y familiar en el que también se encuentra la madre, y que podría explicar su conducta. En la película pareciera que todo está provocado por una dinámica familiar "patógena" y "atípica", y no por las relaciones estructurales de género.
Si bien la antipsiquiatría tuvo en cuenta las consecuencias psicológicas de la represión sexual familiar, fue omisa ante las relaciones de poder entre los sexos y a cómo esta represión era mayor en las mujeres. En la película se muestra el coste psicológico del "doble vínculo" entre la represión sexual y la liberación sexual del 68 en las mujeres, a lo que se añadían circunstancias como el aborto coercitivo. La protagonista se desenvuelve en un contexto social que promueve la liberación sexual, mientras su familia actúa de manera excesivamente conservadora y represiva respecto a la sexualidad. En un contexto de clase obrera, con sus valores y posibilidades, los deseos de la protagonista entran en contradicción con los mandatos de género familiares.
Dichas contradicciones, vividas como malestar psíquico, son posteriormente interpretadas e intervenidas desde la perspectiva de la psiquiatría biologicista, lo que genera finalmente un proceso de cronificación en la protagonista. La película muestra cómo las consecuencias psicológicas de experimentar distintas formas de violencia de género (el control de su sexualidad, la represión sexual, el no poder decidir sobre su propio cuerpo, el chantaje emocional y la agresión física ante las conductas que los padres consideran inapropiadas para una mujer, etc.) son etiquetadas como un "trastorno mental", incrementando a su vez las posibilidades de vivir más violencia dentro de la institución psiquiátrica. Una de las principales intervenciones que recibe la protagonista son las "terapias electroconvulsivas" sin su consentimiento, así como el encierro involuntario.
Podemos ver cómo la protagonista es privada de forma recurrente de la posibilidad de decidir sobre su cuerpo y su vida, respecto a su embarazo, los ingresos involuntarios (un psiquiatra y dos policías se presentan en la casa) o los tratamientos que recibe. Todo “por su propio bien”. La escena donde es “acunada” por una enfermera, aterrada por el electroshock, refleja el grado de infantilización al que es sometida, privada de toda capacidad de agencia. Lo mismo, en la discusión familiar entre madre y hermana, donde hablan sobre ella como si no estuviera presente. Tanto su familia como las autoridades toman decisiones sobre ella sin ella, hasta llevarle a la indefensión, la parálisis y el mutismo.
El final denuncia de forma contundente cómo la formación universitaria en psiquiatría ha despreciado la conexión entre las biografías, el contexto social y los diagnósticos. De hecho, lejos de la autocrítica o de comprender los determinantes sociales y de género en el malestar de las mujeres, la reacción de los psiquiatras al estrenar la película fue cuestionar el diagnóstico de "esquizofrenia" de la protagonista (en su opinión, lo más apropiado era "depresión"). Para ellos, esto era lo más relevante del mensaje que ofrecía la película.
Fecha de publicación original en la web anterior (lalokapedia.blogspot.com): 04 de agosto 2019