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Estoy loca pero elijo esta locura: mestizaje queer y rebelión impura


Dibujo de Grecia Guzmán Martínez a partir de ilustración de Beatriz Guzmán Velásquez y frase de "Canción de la diosa de la noche" de Gloria Anzaldúa

Dice la RAE que la palabra “chicana” significa artimaña o procedimiento de mala fe, especialmente el utilizado en un pleito por alguna de las partes. También dice que “chicana” es la persona de origen mexicano que vive en Estados Unidos de América, especialmente en la frontera.


Desde una perspectiva feminista y decolonial, María Lugones explicaba que las chicanas son el mejor ejemplo que ella conocía de “personalidad dual”, un sujeto que es simultáneamente diferente e igual: sujetos postculturales, sujetos divididos y contradictorios producto de una imaginación etnocéntrica y racista. Sujetos que habitan la impureza como una forma de resistencia y rebeldía. Así la chicana, como la loca, serían una artimaña de la impureza.

Quizá sea, desde ahí, que Gloria Anzaldúa dice,


Para sobrevivir en las Borderlands

debes vivir sin fronteras

ser cruce de caminos


Gloria Anzaldua nació en 1942 en el Valle del Río Grande (en los bordes del Río Bravo -frontera de México con Estados Unidos-). Es reconocida como una académica y militante feminista lesbiana y chicana, cuya obra ha logrado traspasar los limites entre culturas, estilos literarios, sexualidades, y agregamos nosotrxs, corduras y locuras. Entre otras cosas, se le atribuye haber incorporado en la academia estadounidense el término mestizaje y, a través de la figura de la nueva mestiza, desafiar los binarismos que han estructurado históricamente el pensamiento occidental.


Además, en su activismo, pensamiento y teoría, se ha reconocido la espiritualidad como un eje central. Una espiritualidad capaz de cruzar bordes entre planos físicos, sensoriales e intelectuales, en el marco de una militancia literaria cargada de discurrencias fuera de la razón. Casi, como diría ella misma, entrar en Estados Chamánicos que, a través de la escritura, llevan a la sanación,


Cuando creo historias en mi mente, es decir, cuando permito que las voces y las escenas se proyecten en la pantalla interior de mi mente, yo ‘entro en trance’. Antes pensaba que me estaba volviendo loca o que estaba alucinando. Pero ahora me doy cuenta de que es mi trabajo, mi vocación, tratar con las imágenes. Algunas de estas narrativas parecidas a películas las escribo; la mayoría se pierde, olvidada. Cuando paso días o semanas o meses sin tomar nota de las imágenes, me siento enferma físicamente. Como escribir evoca imágenes de mi inconsciente y dado que algunas de esas imágenes son residuos de un trauma que luego tengo que reconstruir, a veces me pongo enferma cuando escribo. No puedo tolerarlo, me dan náuseas, ardo en fiebre, me pongo peor. Pero al reconstruir los traumas que están detrás de las imágenes, les encuentro el “sentido” y una vez tienen “significado”, cambian, se transforman. Es entonces cuando escribir me sana, cuando me aporta gran alegría.


Se trata de un conjunto de acciones y sentidos que, en ese constante cruce de fronteras, reivindican el poder de lo deforme y lo irracional de los sujetos limítrofes: ‘maimed, mad and sexually different people are believed to possess supernatural powers’ / (en las culturas de los pueblos originarios) se cree que las tullidas, locas y personas sexualmente diferentes poseen poderes sobrenaturales (Ana Cruz García). Límite, frontera, borde y fragmentación indican líneas o puntos de separación entre realidades.


Desde ahí, Anzaldúa articula comunidades abyectas y disidentes, apropiándose de lo queer y haciendo uso del término en sentido reivindicativo (incluso una década antes de su popularización en la teoría y la academia norteamericana blanca -Facundo Nazareno-). A la pregunta, ¿Qué soy? Anzaldúa responde: “Una lesbiana feminista tercermundista inclinada al marxismo y al misticismo. Me fragmentaron y a cada pequeño pedazo le pondrán una etiqueta”. Y reivindica ese conjunto de pedazos o etiquetas, que son finalmente no-lugares entre culturas, sexualidades y espiritualidades, en su intersección con una impureza radicalmente amenazante,

We are the queer groups, the people that don’t belong anywhere, not in the dominant world, nor completely with our own respective culture. Combined we cover so many oppressions. But the overwhelming oppression is the collective fact that we do not fit, and because we do not fit we are a threat (en La Prieta texto original) / Somos los grupos raros, la gente que no pertenece a ningún sitio, ni al mundo dominante, ni completamente a nuestra propia cultura. Todos juntos abarcamos tantas opresiones. Pero la opresión abrumadora es el hecho colectivo que no cuadramos, y porque no cuadramos somos una amenaza (La prieta, texto traducido).


En tanto loca, escritora y chicana queer (así titularía su texto de los 90: To(o) Queer the Writer-Loca, escritora y chicana), Anzaldúa plantea a lo largo de sus obras una continuidad entre las fronteras de la sexualidad y el género, las fronteras culturales, las fronteras literarias, y las fronteras de la razón,


Mirar dentro de mí misma y de mi experiencia, mirar a mis conflictos me genera ansiedad. Ser escritora se parece mucho a ser Chicana, o ser queer – mucho retorcerse, darse contra todo tipo de muros-. O lo contrario: nada definido o definitivo, un estado de limbo sin límites en el que floto y pateo con los talones, rumio, filtro, hiberno y espero a que suceda algo. Vivir en un estado de desasosiego psíquico, en un borderland, es lo que hace que los poetas escriban y los artistas creen. Es como una espina de cactus metida en la piel.

Y no solo en los textos de Anzaldua, sino en gran parte de la literatura mestiza y chicana, “la figura de la loca, quien traspasa los límites de lo normal, lo racional y lo aceptable, encaja en la línea de ‘atravesados’ fronterizos de la cultura de la frontera” (Ana Cruz García). Las atravesadas, junto a las machas, las escandalosas, las mujeres de fuerza, las mujeres andariegas, las mujeres callejeras, las alegadoras, las malcriadas, las descaradas, las malinches, las locas en la literatura chicana, potencian la figura de la mestiza y la migrante de personalidad híbrida. En sus textos, las escritoras chicanas, pecadoras disidentes transgresoras, hablan como sujetos y se resisten a la pérdida de identidad ante la globalización y ante la uniformización de los sujetos (Pilar Godayol).


La figura de loca aparece también como encarnación de la resistencia ante la uniformización patriarcal del género y la subjetividad de las mujeres. Por poner un ejemplo, Rosario Castellanos (“madre y maestra del feminismo mexicano” -Graciela Hierro-) decía que la locura es una de las alternativas al hecho de sobrepasar los límites y estereotipos opresivos de género. Decía que, ante esto, la mujer mexicana tiene tres posibilidades: fuga, locura o muerte (a veces, incluso todas).

¿Sería la literatura mestiza una forma de disociar la locura de su etiqueta médica y de la “enfermedad” (y como diría Kaup en Cruz García, valorar sus capacidades para el insight, el conocimiento y la revelación -y agregamos nosotrxs, la resistencia-)?. Lo cierto es que, tal como el arte chicano, la poesía mestiza sería una cultura de protesta (Sylvia Gororesky). Y, retomando a Anzaldúa y a Lugones, una forma de reivindicar los bordes y la rebelión de las impurezas,

Algo que se halla en medio de esto o de lo otro, algo impuro, alguien o algo mestizo, separado, cortado, resistiendo a su estado de corte. El mestizaje desafía simultáneamente el control afirmando lo impuro, el estado múltiple cortado y también con el rechazo de rechazar la fragmentación en partes. En este juego de afirmación y rechazo, la mestiza es inclasificable, inmanejable. No tiene partes puras para ser ‘tenida’, controlada.

Cual chicana, nueva mestiza, loca descolonizada, lesbiana, prieta, mujer impura, atravesada, limítrofe, queer, fronteriza, y permanenetemente fragmentada, dice Anzaldúa,


Soy una puente columpiada por el viento, un crucero habitado por torbellinos, Gloria, la facilitadora, Gloria, la mediadora, montada a horcajadas en el abismo. “Tu lealtad es al Tercer Mundo”, me dicen mis amigos negros y asiáticos. “Tu lealtad es tu género, a las mujeres”, me dicen las feministas. También existe mi lealtad al movimiento gay, a la revolución socialista, a la Nueva era, a la magia y lo oculto. Y existe mi afinidad a la literatura, al mundo artístico. ¿Qué soy? Una lesbiana feminista tercermundista inclinada al marxismo y al misticismo. Me fragmentaron y a cada pequeño pedazo le pondrán una etiqueta.


Canción de la diosa de la noche

Estoy loca

pero elijo esta locura

El dios está desquiciado.

Nos guarda rencor a mí y a todos los cuerpos.

Él rechaza lo oscuro dentro de la llama.

En cuanto a mí,

renuncio a mi parentesco

con el mundo y con todas sus partes,

renuncio a mi vasallaje a la naturaleza.




Mitad y mitad

Había una muchacha que vivía cerca de mi casa. La gente del pueblo decía que era una de las otras, “of the Others”. Decía que durante seis meses era una mujer, que tenía vagina y sangraba cada mes, y que durante los otros seis meses era un hombre, que tenía pene y meaba de pie. La llamaban mitad y mitad, mitá y mitá, ni una cosa ni la otra, sino un extraño carácter doble, una desviación de la naturaleza que provocaba terror, un trabajo invertido de la naturaleza. Pero la anormalidad y la llamada deformidad poseen un elemento mágico. Según el pensamiento mágico-religioso de las culturas primitivas se creía que las personas mutiladas, locas y sexualmente distintas poseían poderes sobrenaturales. Para ellos, la anormalidad era el precio que una persona tenía que pagar por ese extraordinario don con el que había nacido.

Hay algo emocionante en ser a la vez macho y hembra, tener entrada a ambos mundos. Contrariamente a lo que afirman ciertos dogmas de la psiquiatría, las personas “mitad y mitad” no sufren confusión sobre su identidad sexual o sobre su género. Por lo que sufrimos es por una dualidad absolutamente despótica que asegura que sólo podemos ser una cosa o la otra. Afirma que la naturaleza humana es limitada y no puede evolucionar hacia algo mejor. Pero yo, como otras personas queer, soy dos personas en un cuerpo, masculino y femenino. Yo soy la encarnación del hieros gamos: la reunión de una sola entidad de atributos opuestos.




Referencias bibliográficas:

  • Anzaldúa, Gloria (2016). Borderlands. La nueva mestiza. Capitán Swing: Madrid

  • Anzaldúa, Gloria (1981). La Prieta. This Bridge Call My Back: Writings By Radical Women of Color, CA: Third Woman Press, 220-233

  • Cruz García, Ana. (1977). Re(de-)generando identidades. Locura, feminidad y liberación en Elena Garro, Susana Pagano, Ana Castillo y María Amparo Escandón. Peter Lang: Alemania.

  • Godayol, Pilar (2005). Locas de la raza cósmica: literatura, género, chicanismo. LiminaR [online], 3(1):100-107.

  • Gorodezky, Sylvia (1993). Arte chicano como cultura de protesta. UNAM: México

  • Hierro, Graciela (2002). Madres simbólicas del feminismo en México. En Gutiérrez Castañeda, Griselda (Coord.). Feminismo en México. Revisión histórico-crítica del siglo que termina. PUEG: México.

  • Ikas, Karin (2001). Chicana ways: Conversations with Ten Chicana Writers. University of Nevada Press: EUA.

  • Nazareno Saxe, Facundo (2015). Chicana, lesbiana y queer. Gloria Anzaldúa como pionera y precursora de la teoría queer. Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica. 22: 37-51.

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Orgullo Loco 2019. Barcelona.

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